lunes, 15 de agosto de 2011

Deja vu

Mi hermano lloró, emocionadamente, el día en que recibió su carnet de socio de Colo Colo. De aquella situación sólo he podido ver fotos y escuchar la manera en que cuentan "el día en que Jair lloró por un carnet". Para ese entonces, yo aún no había nacido.

Mi hermana lo hizo, también, cuando el "viejito pascuero" le trajo su tan anhelada bicicleta. Me parece que fui ayer cuando ocurrió ese día. Mi viejo le preguntó:
- ¿Qué pasó, Valentina?
- Mi bicicleta - respondió ella entre sollozos.
Lo más notable era que no se movía ni un centímetro, sólo observaba aquella estructura morada con un par de ruedas. Pero era lo que ella quería tener, y lo tuvo.

En cambio, yo nunca lloré por un regalo. No sé por qué. Se lo atribuyo a que mi primera reacción era de alegría, pero nunca a tal límite de botar un par de lágrimas. Sin embargo, existe una única vez en que lo hice.

Corría el año 2006, año impecable para la escuadra alba. De la mano del "Bichi" Borghi, la selección de Colo Colo daba bailes en la cancha. Era todo un espectáculo. Tú te sentabas a ver el partido y desde el pitazo inicial, ya sabías que el encuentro, contra quien fuera, terminaría en victoria. Yo tenía 16 años, y como he contado en otras oportunidades, crecí viendo el amor que mi papá y mi hermano le tenían a Colo Colo. No creo que haya sido eso lo que me enamoró del cacique, sino más bien pienso que desde el día en que nací, ya estaba escrito mi futuro: yo sería parte de la familia colo colina.

Días antes de la final del apertura, sobre mi cama yacía, pacientemente, la camiseta alba. Majestuosa y soberbiamente hermosa. Junto a ella un papel (que todavía conservo): "Un premio a la pasión popular. Se viene la 24". Jair. La tomé, cuidadosamente, y lloré, sin explicación aparente, ya que era sólo una camiseta, un pedazo de tela de color blanco puritano. Pero, al parecer, de inmediato supe que no era simplemente una tela estampada, era mucho más que eso… mucho más. Puse mi cabeza sobre el indio, sobre aquel escudo albo. Luego, la apreté fuerte contra mi pecho y me la puse. Orgullosa, radiante. Me vi en un espejo y volví a llorar. Besé el escudo y bajé a mostrarles a todos lo que mi hermano me había regalado.

Ha sido la única vez que he llorado, hasta ahora, por un objeto material. Aunque, a decir verdad, no creo que la camiseta se inscriba dentro de "objetos materiales", pues tiene una carga emotiva que no tiene razón alguna. Es respeto, es pasión, es amor, es cariño, es cuidado...lo es todo para un hincha.

"Si convierte Aceval, se va a desatar la locura. El carnaval en el sector norte. Si convierte Aceval, si convierte Aceval, si convierte...convirtió. ¡Colo Colo es campeón, Colo Colo es campeón del Apertura, señoras y señores! La fiesta es alba. ¡Paren, paren, paren de gritar, que si hay vida en otros planetas, deben estar todos desvelados! La locura alba, la marea blanca en Ñuñoa. Convirtió Aceval y Colo Colo baja otra estrella del cielo: la 24"

Aún recuerdo ese discurso de Claudio Palma. Aún me parece escucharlo a lo lejos. Éramos campeones, otra vez. La pasión me llevó a la locura repentina. Además, sobre mi cuerpo y de manera, casi impregnada, tenía la camiseta alba. Nada podría ser mejor. Fue así, entonces, que lloré, por primera vez, al ver a mi equipo campeonar. No sabía que aquello sería una constante para siempre.

El albo, es una locura. Es... es la pasión que se mueve dentro de ti. Es un verdadero amor, mi primer amor.

2 comentarios:

  1. Que notable yo tambien llore cuando tuve una camiseta del eterno fue la edicion especial libertadores ya que me costo un mundo para conseguirla muchos se burlaron de mi como podia llorar por una camiseta como podia andar por la calle con el pecho hinchado de llevar la camiseta del mas grande y que ademas conmemoraba el hito mas grande del futbol chileno gracias simplemente gracias por siempre ser capaz de en pocas lineas reflejar fielmente esta sensacion indescriptible que despierta el deporte mas bello del mundo y sobre todo el mas grande
    simplemente gracias por ser la mujer perfecta

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  2. Genial artículo :)
    No recuerdo haber llorado alguna vez al recibir un regalo, ni por un triunfo albo. Es más, no recuerdo haber llorado más de 10 veces en los últimos 15 años.
    Lo que sí recuerdo es esa emoción infinita de ver a Colo-Colo Campeón!!!

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