sábado, 9 de abril de 2011

No necesito nada más ...


Y ahí estaba yo, sudado hasta el último rincón de mi cuerpo. Frente al arco, como si el mundo se me viniese encima. Pestañeo, suavemente. Me río, de nervios. Mis manos en forma de puño, una a cada lado. La respiración agitada, casi me faltaba el aire. Levanté la mirada, en el fondo, yacía ella. Lo iluminaba todo, lo resucitaba todo. Casi a mi lado, un hombre susurraba algo, algo que no alcancé a reconocer. Pero, nada importaba, sólo el balón. El mismo balón que me volvía loco desde chico, y ella, que hacía lo mismo, pero mejor.

Pitazo. Lo sentí adentro, como en el fondo de mi ser. Ya nada importaba, era y yo y los tres palos. Palos imponentes e imperiosos. ¿Qué hacer?. Todo, sólo hace lo que siempre debiste hacer. Sin embargo, fui siempre débil. Débil y temeroso. Hoy no, hoy me sentía bien. Apasionado y exitado. Porque sí, me exitaba el rodar de la pelota. Volví a sudar, pero ahora, solté las manos.

-¡Hágalo! - alguien me gritó a lo lejos.
Sonreí, pero no de nervios, sino de inquietud. ¿Cómo una pelota me arrebataría el momento de gloria?, pero sí, es posible. El balón es traicionero, y aunque tú lo manejes, pareciera que se moviera según su propia voluntad. Respiré, y me sentí libre. Libre de hacer con el balón lo que yo quisiera.

Crucé los dedos de la mano derecha, así como me enseñó mi abuelo, tiempos anteriores. Tiempos que ya no están. Es una especie como de amuleto o algo parecido. Miré a aquel tipo amenzante que esperaba una equivocación de mi parte, como todos lo han esperado alguna vez en mi vida. Sonreí por tercera vez, pero ésta vez de burla. Aunque, a decir verdad, en el fondo tenía miedo. Miedo de equivocarme, de errar, como en todas las áreas de mi vida.

Nada importaba, todo parecía dar vueltas, pero giraba a mi favor. Al menos eso parecía. Tomé el balón con las manos. Miré al cielo, como queriendo pedir ayuda divina. Puse la pelota en su lugar, cerré los ojos, los abrí y pateé el balón. Casi sin mirar su rumbo, casi sin divisar su destino. Escuché gritos, gritos por todos lados. Y ella, ella saltaba de emoción. Sí, fue gol, yo toqué el cielo. Yo sentí las estrellas y el aire me acariciaba el rostro. Aquel tipo que antes parecía superior, a la espera de mi error, ahora agachaba la mirada e intentaba esconderse. Esconderse de mí, claramente.

En el estadio no cabía un alma más. Claro, fue el sueño del pibe. Yo cumplí con mi parte. Me inscribí con un gol a estadio lleno. Lo tengo todo, tengo el fútbol y a ella. La dueña de mi ser. ¡Dime si necesito algo más en la vida!.

4 comentarios:

  1. describiste muy bien varios sentimiento que solo los que amamos el futbol podemos detectar , pero que si somo un poco mas observadores son muy facil de encontrar en la vida " normal " son futbol .. para mi ya no es raro encontrar mujeres como tu que son capaces de hablar asi del futbol y me encanta .. basta ya de machismos estupidos el futbol es para todos y para " todas " me gusto mucho lo que aca expusiste :D

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  2. y no .. no necesitamos nada mas en la vida con el futbol nos basta no ?

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  3. La vida no es la misma sin fútbol, así de simple.
    Como siempre, buenas palabras.

    Cariños

    - Mora Crema

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  4. Thanks MoraCrema.
    Thanks Armando :D

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