sábado, 8 de enero de 2011

Lo seré hasta que me muera ...


Si me preguntan a mí, es bastante complejo hablar de lo que "somos" o "intentamos ser". Según yo, voy por el camino correcto. Y es que la respuesta a la famosa, y aveces odiada pregunta, esa que decía más o menos así: ¿qué te gustaría ser cuando grande?, es una sola: Me gustaría ser lo que soy ahora.


El mejor oficio del mundo, le llamó Gabriel García Márquez. Yo prefiero llamarle "mi verdadera vocación en la vida". Al parecer, nací con esto en la sangre. No me veo haciendo otra cosa, pues sería infeliz. Decir que tengo muchas cualidades para este oficio, no me corresponde a mí, ya que vendría muy de cerca la recomendación. Lo que sí puedo decir, es que me llena el alma y hasta la última gota de sangre que corre por mis venas.


Cuando tenía 13 años aproximadamente, descubrí que me gustaba el fútbol -Imposible dejar a un tema así de importante fuera-. Pero, aquello fue sólo un descubrimiento, porque el verdadero gustito lo empecé a sentir a los 15 años de edad. El famoso "si convierte Aceval" fue el culpable de esta pasión desenfrenada por el fútbol. Corría por mi cuerpo una sensación extraña, aquel escalofrío particular que nunca antes había sentido en mí. Claro, y es que después me di cuenta de que el fútbol me había enamorado, y hasta las patas. Sólo aquellos que sienten lo mismo que yo me podrán entender perfectamente.


Con el correr de los años y el tiempo, me fui dando cuenta de que gracias a mi sexo, el deporte que es pasión de múltitudes no estaba creado para mí -o para nosotras-. Y yo, terca como ninguna, decidí encontrar la solución a este gran problema. Puedo decir que mi vida no aguantaría sin poder ver una pelota rodar por una cancha, que para mí es más que simple pasto, es el escenario perfecto en donde la danza del fútbol se hace presente. La solución que pude encontrar, fue pensar en dedicarme al Periodismo deportivo. Si fuera por mí, yo viviría, soñaría, y comería fútbol. Día y noche.


En este camino estoy ahora. Sólo espero que alguna vez alguien "me compre"- en el buen sentido de la palabra-. Que puedan ver que nací con el fútbol en las venas, y mucho más allá: en el corazón. Porque no hay nada más lindo que llevar la noticia. Informar y dominar el mundo. Digo dominar, porque si no fuera por aquellos nobles periodistas que se levantan a la hora que sea, no nos enteraríamos de lo que sucede en nuestro entorno. Entonces, díganme si eso no es vocación, ¿qué es?. El periodista tiene que ver lo que otros no pueden. Tiene que escuchar lo que el mundo no sabe oír. Y tiene que redactar como los escribas más aplicados de los tiempos de Jesús. Me podré morir de hambre, o como quieran, pero seré una agradecida de Dios y la vida por hacer lo que me gusta. Porque cuando se nace, no hay nada más que hacer.


Finalmente, ayer y mientras me miraba en el espejo, me mojé la cara y dije: "Seré una gran periodista deportiva, lo prometo por mis viejos y mi familia". Por mi viejo, que incertó esto en mis venas. Por mi hermano, que me toma de su mano y me lleva al estadio a alentar una y otra vez, como si el mundo se fuera a terminar. Y por mi madre y hermana, que a pesar de no entender mi pasión, creen en mí, como muchos otros que en silencio lo hacen. O bien, desde el cielo.


Y como dijo Francisco Umbral, poeta y periodista español: "El Periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto".


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