
La magnífica combinación de su maldad, más su hermosura, crean al monstruo perfecto. Crean a Violeta. Violeta de piernas largas y soberbias. Se escondía en lo más íntimo de la oscuridad para besarse, pues temía que nadie la amara. Y tenía razón, sólo ella se podía querer así. Así de altanera y así de imperfecta. Odiaba el agua, ya que le desteñía la piel.
Por las mañanas, solía susurrarse cosas, cosas extrañas y malévolas. Le temía al fuego, le traía el recuerdo del pasado, del pasado infernal en el cual vivió. Siempre ha sido así, lo único diferente, es que ahora se esconde de la gente, se oculta tras los espejos, los armarios y las camas. Y cada noche se dice para si misma: - ¡Es genial reencarnarme en tí, pequeño niño!.
Sí, su don y su placer, es filtrarse en lo más íntimo de los niños. Niños que, por lo general, no superan los 10 años.
Extrañamente, camina con los ojos cerrados y palpa con los dedos, como si estubiera ciega. Pero no está ciega, está perdida en este mundo de los vivos, está perdida, desorientada en un mundo que ya no le pertenece. Me asalta una sóla duda, ¿cómo habrá sido violeta, en la flor de su juventud, si ahora es así de bella?
Y por último, date el tiempo de buscar tras de tí ¿Está Violeta?. ¿Será Violeta, o será Juan? o quizás Felipe. Va! cualquiera viene del mismo lugar que Violeta.
¡Mi locura en su máximo esplendor!
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