jueves, 5 de agosto de 2010

Pásame el cordel pa´ manejarlos ...


Estimado (sólo por respeto) señor Benedicto XVI: ¿Por qué mejor no vende sus anhelados anillos de oro, para así, proveer a aquellos más desvalidos?.

El punto acá es uno, jamás me escuchará. Hoy vi en la Tv (sí, aprovecho mis vacaciones mirando harta televisión) un aviso de utilidad pública, creo que era en Mega. En éste, decían: "No nos dejes a medio camino". La finalidad, era pedir dinero para financiar y reconstruir una institución católica. Ya si sé, si sé que me estoy metiendo en las patas de los caballos. También sé, que puedo herir a muchas personas de dicha influencia religiosa. Pero basta con tanta tonterita.

He tenido la dicha de conocer, muy de cerca, la historia de una iglesia evangélica. Si les dijiera que les ha sido difícil tener su templo propio, es poco. Empanadas, sopaipillas, queques y muchas otras cosas, reflejan el esfuerzo y la incansable dedicación. Todo ¿Para qué?, para tener su propio lugar e impartir la fe, que tanto falta por estos días. Los pongo de ejemplo, porque encuentro una burla que la "destacada" institución Católica, pida dinero para financiar ciertos templos. Es por ello, que comencé con esa pregunta (retórica, en este caso. Jamás me la responderá el señor aludido). Esta iglesia es la misma de la edad media, aquella dueña y señora. Aquella que le robaba a los más pobres, aquella que le hacía pagar impuestos a la clase baja de la sociedad. Sólo que ahora son más mesurados, pero les sigue importando el poderoso y buen señor : Don Dinero.
¿Quién tiene el poder para decirte si mereces o no el perdón de Dios? ¿La iglesia Católica?, todo indica que sí. Terminemos con este cuento. Que se dejen de reír de aquellos que, por ignorancia o simple gusto, no sacan la voz y le creen todas sus "cosas". Parecen viles marionetas. ¡Trae platita! ¡Arrepiéntete! ¡No mereces el cielo! ... algunos ilusos compran y siguen el juego.

Lamentablemente, debemos seguir viviendo con una sociedad cegada.
Yo creo en Dios, ojo! en Dios. Pero eso es cuento de cada uno. Aunque, a decir verdad, no hay nada más ridículo, que diezmar a la Iglesia Católica.

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