Me es casi imposible tener mi propio espacio para escribir, sin dedicarle, un par de letras, a quienes me hacen tan feliz. En esta oportunidad, me referiré a mi viejo. Al hombre más importante de mi vida.
¡Qué historia de vida se gasta!.
Quizás mi destino habría sido distinto. Lo digo, porque mi padre se quería dedicar al fútbol. Era arquero, seleccionado nacional de San Bernardo. Fue, por un tiempo, cadete de Unión Española. Pero mi abuelo, que hace pocos meses se marchó hacia aquel lugar, en donde van los ya cansados de alma, estancó aquel sueño. Hoy hablé con mi viejo. Nos tomamos un té a la once, y comenzamos a hablar de su historia, de su historia y del fútbol (¡cómo no!).
Tengo tanto que contar, y a la vez tanto que guardar para mí, como experiencia de vida. Quizás mi abuelo (no quizás, fue así) quería lo mejor para sus hijos. A lo mejor, se quivocó. Pero intentó darle un futuro a su hijo. No fue maldad, fue simple intuición.
Pero, los quiero llevar a los años 70. Tiempos, en los cuales, los futbolistas no eran bien mirados - tampoco bien pagados -. Ni en sueños, autos lujosos y bellas mujeres - aunque mi viejo se ganó el cielo con mi madre -, nada de eso era común. Me hago la idea, de que era por eso que mi abuelo no permitió que el sueño se concretara. Sí, mi padre es feliz. Tiene su profesión, un trabajo estable y lo más importante de todo, somos muy felices. Pero déjenme soñar, déjenme imaginar cómo hubiese sido mi vida. Me la imagino diferente. Si mi viejo hubiera sido futbolista profesional, otro gallo cantaría. Él, él es uno de los principales culpables de mi, desenfrenado, gusto por el fútbol.
Me imagino la impresión de mi pobre viejo, al ver su maletín de entrenamiento y sus guantes, quemándose en una hoguera - hoguera que mi abuelo prendió - . Que, más que guantes, se quemaban sueños, se esfumaban esfuerzos e intentos por llegar lo más alto. Y allí terminó todo. Se perdió el hilo, se terminó la esperanza de llegar, donde sólo unos pocos llegaban.
La historia de mi viejo me recordó a tí, sí a tí. No hace falta que mencione tu nombre. Sigue, tu vida es el fútbol. Tu sueñas, comes, vives y duermes fútbol. Llega, alcanza la gloria. Has lo que mi viejo no pudo lograr. Camina, queda poco por avanzar. El camino ha sido largo, pero tiene su recompensa. Día y noche espero tu llamado. Aquel que me diga que, por fin, tocaste el cielo.
Padre querido. A pesar de todo, eres feliz. Gracias, mil gracias por nacer con la sangre futbolera. Sangre que, gracias a Dios, tengo el privilegio de poseer.
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