jueves, 12 de agosto de 2010

Aquellos engañan


Se podía ver en sus ojos que algo escondía. Agachaba la mirada cuando le preguntaba sobre su novio Felipe.


- No sé, no sé. Sólo se limitaba a responder.

- La última vez que lo vi, fue en la mañana. Antes de que se fuera al trabajo. Después de ello, nada supe. - Acotó.

Pero algo no me calzaba. Su postura, su manera de mirar. Esa risita nerviosa, algo me escondía.

- Permiso, pero recorreremos su casa. ¿Es posible no?

- Sí, claro que sí.

Sus ojos miraban atentamente cada uno de nuestros pasos. Aquello, era lo que más me intrigaba de ella, sus ojos. Eran de un negro profundo, casi ni se notaban por su profundidad. Recorría con su mirar cada lugar, cada centímetro, cada persona.

De pronto, ella rompió el silencio. - No sé que buscan. Yo estoy tan impactada como ustedes.

La miré, ella cruzaba sus brazos y a la vez caminaba. Estaba descalza, tenía las uñas pintadas de rojo. Vestía libremente con una blusa color piel. Unos pantalones morados, sueltos. Su pelo color rojo combinaba perfecto con el amarillo de su cara. Movía su cabeza de un lado hacia el otro. Pero sus ojos, sus ojos tenían vida propia. Casi me susurraban lo que yo quería oír.

Me cuestioné, quizás nos estabamos dejando engañar por sus ojos. Por aquellos ojos que parecían respirar.

Le di una señal al fiscal para que nos fueramos. Él me miró, no entendiendo nada. Pero sí, ella era inocente. Más sin embargo, sus ojos no lo eran.


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