
Ayer, 4 de noviembre del 2010 comenzó mi luto. Increíblemente las lucas se apoderaron de lo que jamás hubiese querido. Se manchó la pelota, y sí, posiblemente seguirá rodando, pero no igual, sino, en sentido contrario. No se manchó con barro, ni con agua ni mucho menos con polvo. ¡Se manchó con la avaricia y las ansias de poder! y eso amigos míos, lo mata todo, y de la peor manera.
Quiero poder imaginar nuestro futuro futbolístico, pero me da miedo. Me da miedo pensar que vamos a empezar de cero y, que todo lo que nos costó, se fue en un minuto, ¡qué un minuto!, en un segundo.
Lo peor del ser humano afloró el día de ayer y las múltiples voces de los hinchas jamás fueron escuchadas. Más bien dicho, fueron calladas.
Yo sé que somos un país chico, pero creémos en el fútbol, creémos en el balón. Lástima que la ambición de unos pocos, nos haga tanto daño.
Retrocedamos en el tiempo. Cómo poder olvidar aquel día de octubre del 2009. Un fatídico centro de Gary Medel cae en los pies del histórico Orellana, convirtiendo el 1 a 0 en contra de Argentina. En aquella vez, nuestra selección fue capaz de ganarle a aquellos que siempre nos han mirado por sobre el hombro. Fue capaz de demostrarle a los que siempre fueron más que nosotros, que la Roja era imparable.
Me lamento al recordar ese 2 a 0 contra Bolivia. Dos golazos de Gary Medel y triunfamos en las alturas. Allí en donde a todos les falta el aire y donde la altura se muestra como una ruina sofocante, nuestra Roja mostró aguante.
Es bonito acordarse de lo bien ubicados que llegamos a Sudáfrica 2010. Me acuerdo, como si fuera ayer, las personas en las calles con sus caras pintadas de blanco, rojo y azul. Y una estrella en la cara (como la cancioncita).
Digo que me lamento, porque sé que ese fútbol ya nunca más volverá. Esa convicción, esa parada en la cancha, esos jugadores imponentes y fuertes. Todo de la mano del loco más lindo y sabio que haya pisado esta larga franja de tierra. Ya no volveremos a verlo en cuclillas al borde del campo de juego. Sus lentes, sus palabras precisas y concisas. Su sonrisa distante y su disciplina, aquella que no veíamos desde Juvenal Olmos.
Una pequeña lágrima corre por mi cara, y posteriormente, desaparece. Me siento como si estubieramos perdiendo una final a estadio lleno, o como si te hubieran metido un gol en el último minuto, siendo que teniamos el partido controlado.
Finalmente, me quiero despedir de un grande del fútbol, de aquel que nos hizo soñar cuando nadie creía en nosotros, en nuestro fútbol. Cambió la mentalidad y eso si que es tener poder. Perdón Don Marcelo, perdón porque en Chile no se valora a los grandes. Perdón por dejarle partir, ésta vez, el dinero le ganó a Chile por goleada. Gracias loco, gracias por todos los momentos que nos hiciste vivir. Por tener el ímpetu que nos hizo crecer. Y lo más importante, por hacer que me enamorará un poquito más del fútbol. Éxito, los hinchas jamás te olvidarán.
Esta tarde comienza mi luto. Y permítanme la licencia para, algún día , contarle a mis hijos y nietos, que alguna vez, un loco lindo llegó a nuestro país y nos llenó de pasión. ¡Gracias Bielsa! y vuelve, vuelve algún día. Por nosotros, por los que hacemos grandes al fútbol, y, paradójicamente, por los menos escuchados. POR LOS HINCHAS.
Lo más bello de todo era que la gente se sentía atraida a ver fútbol, cosa que no ocurría hace mucho. No voy a hacer un análisis sociológico o algo parecido, sino sólo decir que de verdad que en estos años la Selección Chilena fue catarsis colectiva... ¿porque quién no gritó con todo el gol contra Argentina, quién no celebró con el puño en alto como Bielsa allá en Colombia, quién no se emocionó con el gol de Millar cuando se creía todo perdido en Sudáfica?
ResponderEliminarGracias
Lamentable la situación, lo peor de todo es que hay muchos técnicos capacitados para dirigir la selección, pero ninguno con el poder ofensivo y con los movimientos tácticos que se llevaban a cabo.
ResponderEliminarSaludos y buen blog.