
Y él sentía lo mismo que sienten todos cuando recién se empieza. No sabía como acariciarla, siquiera se atrevía a tomarle la mano. Sudaba, no sabía si de nervios o de pasión. Una pasión loca y desenfrenada, sin límite alguno. Imaginaba su cuerpo desnudo y sediento. Imaginaba sus besos, cada noche.
Era lo único que pedía, un roce de sus labios húmedos y gruesos. Y no sabía que hacer cuando ella lo miraba fíjamente, como si el mundo se fuera a terminar. Él, casi robóticamente, le susurraba un tímido, pero desgarrante "Te quiero".
Ella sólo se limita a responder con una sonrisa distante. Él piensa que se la está jugando, más sin embargo, ella no hace más que esquivarlo. Lo que él no sabe, es que ella lo quiere locamente, pero a su manera. A su forma. Quizás silenciosa, cautelosa e imparable. Pero es así, su forma, es así.
Y los dos se miran, sintiendo el corazón casi estallar, fundiendose en el mismo querer, sólo que lo demuestran distinto. Y cada uno duda del otro, pero se quieren y se desean igual.
Y él le pregunta: - ¿Hacia donde vamos a llegar?
Ella responde: - Hacia donde nosotros queramos llegar.
Él la mira pacientemente y vuelve a preguntar con cara de niño: - ¿Quieres acompañarme en esto?
Ella sonríe levemente y le dice: - Siempre.
Amarga relación, querida Belén.
ResponderEliminar¿Y qué tal si no es tan amarga? Más bien diferente ;)
ResponderEliminarNo es amarga, es a su manera :)
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