sábado, 1 de enero de 2011

Para qué si no la querían ...


Despeinada, con la bata desabrochada y la pintura corrida. Así caminaba por la casa Angélica.
Su marido, atónito y desconcertado, la miraba tratando de saber en qué momento su linda mujer se había convertido en esto ... en un espíritu, pero con alma.

- Pónele ese documental que le gusta tanto a la niña. "The Legend of Marilyn Monroe", así se llama. Búscalo en el mueble.

- Querida, Francisca ya no está. Ya murió. No te hagas daño, amor.

- No creo que esté muerta, sino, no me vendría a ver con su vestido blanco todas las noches. Allí, - señala el sillón de madera- allí se sienta a mirarme. Además, siempre me mira trás la ventana de la cocina.

Un silencio parece dominar la habitación. Angélica se sienta y comienza a llorar locamente.

- ¡Me reclama que la maté!, que por qué la maté. Fue por su bien, amor... ¡Dile, dile que mamá la ama!.

- Mi amor, usted no mató a nadie. Aquí la única persona que la mató fui yo. Pero, por su bien. Tiene que agradecer que, por lo menos, la mató su padre...ya, vamos a dormir.

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